Don Quijote enloquece después de haber leído demasiadas novelas de caballería. Adopta un nuevo nombre, decide enamorarse de Dulcinea de Toboso, a la que nunca ha visto, y sale de casa en busca de aventuras con su escudero Sancho Panza para mejorar el mundo.
¿Hasta que punto es cierta su locura?, es más, ¿es inventada o realmente existe tal enfermedad en Don Quijote? La definición de este término no queda muy clara, ni siquiera cuando es realizada por Sancho Panza:
“Y yo digo que el consejo de la mujer es poco, y el que no le toma es loco.”
En otras importantes obras, de grandísimos autores, se menciona la locura en alguno de sus personajes; es el caso, por ejemplo de Hamlet, de Shakespeare:
Seré muy breve. Vuestro noble hijo está loco; y le llamo loco, porque (si en rigor se examina) ¿qué otra cosa es la locura, sino estar uno enteramente loco? Pero, dejando esto aparte...
Don Quijote sabe actuar. Es capaz de verdaderas hazañas, no importando que sean superfluas. Desde este punto de vista, don Quijote se presenta de manera heroica. Está enloquecido y por eso no tiene miedo: la locura le presta coraje.
Yo creo que, como toda persona, repito, sólo en mi opinión, Don Quijote tiene una locura fingida por una parte, y por la otra, una que es del todo real, ya que comete hechos injustificables. Seguramente, cosa nunca demostrada, usa enfermedad o ficción según un propio interés. Esto nos acerca la novela un poquito más a nuestra época, como lo hacen otros factores característicos.
lunes, 8 de diciembre de 2008
martes, 2 de diciembre de 2008
Antes de concluir mis actividades en el romancero, hago mención a un personaje aparecido últimamente en la lectura del Quijote, y también muy importante: Tirante el Blanco. Ésta es una novela caballeresca de finales del siglo XV, escrita en Valenciano por Joanot Martorell. Su autor se inspira entre otras, en la crónica de Ramon Muntaner. Aquí dejo un fragmento del libro, y el trailer de la adaptación cinematográfica, que si no recuerdo mal, fue rodada en un lugar muy cercano:
—¡Válame Dios! —dijo el cura, dando una gran voz—. ¡Que aquí esté Tirante el Blanco! Dádmele acá, compadre; que hago cuenta que he hallado en él un tesoro de contento y una mina de pasatiempos. Aquí está don Quirieleisón de Montalbán, valeroso caballero, y su hermano Tomás de Montalbán, y el caballero Fonseca, con la batalla que el valiente de Tirante hizo con el alano, y las agudezas de la doncella Placerdemivida, con los amores y embustes de la viuda Reposada, y la señora Emperatriz, enamorada de Hipólito, su escudero. Dígoos verdad, señor compadre, que, por su estilo, es éste el mejor libro del mundo: aquí comen los caballeros, y duermen, y mueren en sus camas, y hacen testamento antes de su muerte, con estas cosas de que todos los demás libros deste género carecen.
—¡Válame Dios! —dijo el cura, dando una gran voz—. ¡Que aquí esté Tirante el Blanco! Dádmele acá, compadre; que hago cuenta que he hallado en él un tesoro de contento y una mina de pasatiempos. Aquí está don Quirieleisón de Montalbán, valeroso caballero, y su hermano Tomás de Montalbán, y el caballero Fonseca, con la batalla que el valiente de Tirante hizo con el alano, y las agudezas de la doncella Placerdemivida, con los amores y embustes de la viuda Reposada, y la señora Emperatriz, enamorada de Hipólito, su escudero. Dígoos verdad, señor compadre, que, por su estilo, es éste el mejor libro del mundo: aquí comen los caballeros, y duermen, y mueren en sus camas, y hacen testamento antes de su muerte, con estas cosas de que todos los demás libros deste género carecen.
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